Preguntas, preguntas por todas partes, y sin una respuesta a la vista.
Hacer buenas preguntas es productivo, positivo y creativo, y nos puede ayudar a conseguir lo que queremos. La mayoría de la gente cree que esto es cierto y sin embargo, a menudo la gente no hace suficientes preguntas. Quizá una de las razones, es que hacer preguntas de una forma eficaz requiere al mismo tiempo una escucha activa.
La semana pasada estuve escuchando a Eric Pickles, el diputado conservador en una entrevista para el programa de actualidad Radio 4.
La entrevista en cuestión se refería a la política (controversial) lanzada por el partido conservador para alentar a la población a participar más activamente en actividades altruistas.
Pickles paso un mal rato mientras se esforzaba por explicar el plan de los conservadores, que consistía en dar días de vacaciones pagadas a aquellos trabajadores que dediquen tres días de voluntariado.
David Cameron prometió que el futuro gobierno conservador, ofrecería a los trabajadores del sector público y a las grandes empresas privadas, tres días de permiso pagados para realizar el voluntariado. Las grandes empresas son aquellas que tienen más de 250 empleados.
Casi 15 millones de trabajadores podrían beneficiarse de este permiso adicional.
Pickles lo comparó con la política de dar vacaciones anuales. Presionado sobre quien pagaría el costo de las enfermeras en los hospitales del NHS al estar tres días fuera de su trabajo, Pickles fue incapaz de dar una cifra. Él dijo: “Se hará de alguna forma que no cause molestias a los hospitales”.
Después al preguntársele sobre el por qué su partido sentía la necesidad de forzar más el voluntariado en las grandes empresas privadas, Pickles argumentó que se trataba de “poner algo nuevo en la sociedad”. Sin embargo, la falta de detalle y el fraseo débil, sonó a varios oyentes como mentiras políticas.
El conservador cada vez estaba más frustrado con la línea de preguntas y repitió la misma respuesta que utilizó en toda la entrevista, “Lo siento pero mis respuesta van en la línea de su preguntas”.
Dos cosas me llamaron la atención sobre esto. La primera es la tentación cuando la otra parte se encuentra de pie y continúa haciendo presión para entrar a matar. Sin piedad, sin cuartel. En una situación como las elecciones generales, se podría perdonar el exceso de preguntas, y quizá evitarla en una situación comercial.
El segundo es el valor de practicar y ensayar respuestas a preguntas difíciles. Con la esperanza de que no se la pregunten o encontrar una respuesta que deje callada a la otra parte.
El valor de una buena pregunta es conseguir una respuesta, ambas partes tienen interés en eso.
Alan Smith