Cuando era joven, me encontraba a veces en situaciones en las que realmente no sabía qué hacer.
Permítanme que les ponga un ejemplo. Había un chaval, a quien llamaremos Ian Sharples con el fin de contar la historia. Tenía dos años más que yo, era más grande y siendo honestos, daba un poco de miedo. Incluso a su madre le costaba quererle...
Vivía un par de calles más arriba de mi casa y por algún razón me tenía cruzado. No llegó nunca a las manos, pero se regocijaba en ser desagradable conmigo y en intimidarme físicamente.
Ni que le hubiese robado la novia, ¡sólo tenía 11 años! Tampoco es que fuese un Don Juan o vistiese muy elegantemente... Pero todos los días de camino al colegio, cuando pasaba por delante de su portal, me encogía de miedo pensando que podía salir en cualquier momento y comenzar a insultarme.
En una ocasión me amenazó con pillarme de camino a casa y darme una buena paliza. No sabía muy bien qué hacer y opté por ponerme dure y le amenacé con llamar a mi hermano. Era tres años mayor que yo, mucho más fuerte que Sharples, y pensé que era una buena idea para quitármelo de encima.
Es evidente que hay situaciones de conflicto en las que una escalada puede ser necesaria y beneficiosa. Quizás sea conveniente separar la relación habitual del problema concreto. Por ejemplo, podemos proteger la relación personal dejando los detalles de números y precios a los departamentos de finanzas. Si podemos conseguir que haya un encuentro entre los directores ejecutivos o los presidentes de nuestras empresas, mejor.
Pero, puede haber también problemas con esta forma de actuar. Si dejamos para el final las cosas más importantes como el precio, la última negociación puede convertirse en un regateo o incluso en una rendición por una de las partes.
Lo cierto es que, a veces, no existe otra opción que no sea combatir nuestras batallas. Si protegemos la relaciones personales a través de la negación del conflicto, quizás lo único que estamos consiguiendo es una relación sin fuerza.
Mi hermano lo vio muy claro entonces. Nunca se metía en mis peleas y me decía "tienes que solucionarlo tú mismo". O quizás simplemente tenía miedo del hermano mayor de Sharples...
Alan Smith