¿De qué color es el cielo en tu mundo?
Esperaba que la NASA, y por ende los EE.UU., serían la envidia del mundo después de que la sonda Curiosity fuese capaz de aterrizar en Marte este mes. Esta envidia podría proceder de la constatación de que sólo un país como los Estados Unidos es lo suficientemente grande y rico como para emprender semejante gesta.
Sin embargo, no ha sido la envidia sino el entusiasmo la reacción que he observado en algunos casos. La India ha anunciado un plan para enviar una sonda a Marte el año que viene. El cohete se lanzaría en noviembre de 2013 y llegaría a marte a lo largo de 2014.
El Primer Ministro indio ha manifestado que "los viajes a Marte serán clave para el desarrollo de la tecnología y de la ciencia". La nave costará a las arcas indias una cantidad estimada de 82 millones de dólares y será desarrollada por la Organización de Investigación Espacial de la India.
Algunos han calificado esta apuesta como una locura, sobre todo teniendo en cuenta que el país asiático recibe más de 280 millones de libras anuales el Reino Unido para ayuda al desarrollo.
Jean Drèze, un economista especialista en desarrollo, afirmaba esta misma semana: "No entiendo qué importancia puede tener para la India una misión espacial a Marte cuando la mitad de los niños del país están desnutridos y no tienen acceso a la sanidad. Es otra muestra del comportamiento delusivo de las élites del país". Su argumento es convincente, pero desgraciadamente no para el gobierno indio.
Los países que ayudan a la India pueden actuar, claro. Pueden, unilateralemente, negarse a seguir transfiriendo las ayudas; o pueden seguir realizándolas bajo la condición de que sólo se utilicen para proyectos específicos.
En mi opinión, lo mejor sería hacer a la India una oferta "y/o":
O continúan con su apuesta espacial y dejan de percibir las ayudas británicas; o invierten ese dinero en mejorar las infraestructuras básicas del país y el dinero del Reino Unido seguirá fluyendo. Ellos deciden.
Cuando la persuasión cae en oídos sordos no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Las amenazas no son agradables, pero son una herramienta muy poderosa del cajón de los negociadores.
Alan Smith